No percibimos la rotación de nuestro planeta
porque la velocidad conque rota es fija, constante.
Si nuestro planeta girara loco como un tiovivo,
cambiando su velocidad de rotación,
sentiríamos los tirones típicos de las aceleraciones
y frenadas bien conocidos en nuestra vida cotidiana.
Todo lo que se halla vinculado a la superficie
terrestre rota a velocidad constante.
El hecho de que el movimiento rotacional
de la Tierra no interfiriese en las conclusiones
observacionales de la física, inspiró a Galileo
para elaborar el primer Principio de Relatividad:
Las leyes de la física son las mismas para todos
los sistemas de referencia (laboratorios, por ej.)
que se mueven entre sí en forma rectilínea
y a velocidad constante.
Usted habrá detectado ya una falacia
en todo este discurso: no nos movemos
en línea recta al rotar junto con la Tierra.
Sin embargo, para la física clásica,
nuestro planeta se aproxima bastante
a ese modelo ideal de sistema de referencia.
Los sistemas de referencia que se mueven
entre sí con velocidad fija y trayectoria recta
son llamados inerciales o galileanos.
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